martes, 16 de julio de 2013

La perfección



Solo y con rumbo asignado me encuentro en un ómnibus de la empresa que se hizo odiar hace ya mucho tiempo por intentar evadir la ley para eliminar el descuento que corresponde a los estudiantes. La música empapa mis oídos de una sabia transpiración que emana de los auriculares. Música que me permite transportarme a un sitio más ameno que en el que me encuentro. Observo por la ventana, solo veo el rostro de personas escondidos tras sus bufandas intentando evadir el frio invernal que acecha  las calles de Mar del Plata. Son las 06:11 A.M. y las estrellas comienzan a ocultarse, escoltadas por una luna llena de luz. Le están dando lugar al sol que no puede soportar más el hecho de estar escondido.
Del otro lado, me espera un día terriblemente detestable. Un día de esos en los que preferís esconderte bajo el acolchado de tu cama para no salir hasta el siguiente. Pero esta es mi elección, y muchas veces, cuando elegimos, no todo es tal cual lo imaginábamos. Nada es perfecto en su completitud, no obstante, buscamos la perfección. Y justamente ahí encuentro el gustito misterioso de la vida, en buscar, siempre, algo que jamás encontraremos. Si bien la perfección esta en los ojos de quien la mire, en mi caso, dudo en encontrar algún día la perfección absoluta en cualquier aspecto de la vida. Los hechos, las cosas materiales, los sentimientos, las vivencias; siempre buscaremos que todo sea perfecto, aunque directamente no lo pensemos. Pero ella, la vida, es la encargada de ponernos la traba en su búsqueda. Y ciertamente, le agradezco por su maldad. Sin este malévolo rol, nada tendría sentido.
Muchas personas no están de acuerdo con mi forma de pensar, con mi forma de escribir y hasta con mi forma de sentir. Hay personas que se encargan de buscar la perfección en las persona porque eso es lo que los satisficiera. No se están dando cuenta que es lo que buscan, solo actúan indirectamente, y lo buscan. No pueden aceptar al otro como es, porque la perfección de sus vidas, pasa por la de la vida de los que los rodean. Y a este punto quería llegar.
La perfección de sus vidas no debiera pasar por la forma de ser del otro, sino por la forma de ser de uno. Yo podre aconsejarte, podre escucharte y hasta podre decirte que algún aspecto de tu vida me está haciendo daño, o simplemente, mejoraría nuestra forma de relacionarlos. Pero cada uno tiene el derecho a elegir, y como yo tengo el derecho de cambiar o no, vos tenes el derecho de aceptarme o no.
“Seré imperfecto si tu forma de ver la perfección es imperfecta desde mis ojos”.

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